Todos tenemos una rutina: trabajo, escuela, empresas o alguna otra actividad que demande la mayor parte de tu tiempo. Séneca fue un filosofo Estoico quien todos los días se apegaba lo mas posible a su rutina, lo que nos quiere decir que no es tan malo tener una, después de todo así es como los seres humanos logramos grandes cosas, dando pequeños pasos día con día.
Pero, ¿Qué pasa cuando esta rutina en lugar de ser algo que aporte valor a nuestras vidas se convierte en algo de lo que activamente queremos escapar?, nada bueno. Ya sea que estés en vías de cambiar esa rutina -trabajo, pareja, carrera, etc- por otra que si te guste o que por el contrario si vives una rutina que te apasiona, te interesa saber como el viajar tiene muchas cosas de valor para ti.
Me ha pasado que después de estar en periodo muy amplio de productividad termino exhausto y agotado, a pesar de que todo lo que hago me apasiona, es inevitable que todos terminemos drenados de esa energía vital que los Budistas llamaban Prana. Recuerdo que el último campamento al que fuimos con El Coyote Flaco, fue como si en el bosque me recargara de energía al llevar mi mente a otro entorno lejos de casa y lejos de mi espacio de trabajo, incluso un día antes mientras preparaba mi equipaje me desconecté totalmente de mi trabajo y en lo único que pensaba era en que playlist iba a descargar para ponerla durante el trayecto, que snacks iba a comprar para comer en el bosque y que cosas tenía que empacar para protegerme del frío.
Al día siguiente, cuando llegué al bosque, fue como si mi mente entrara en un estado mental o mood totalmente distinto al que me acostumbré por varios meses, fue como destapar una olla cuando estas cocinando vegetales al vapor y mientras retiras la tapa sale toda la presión del vapor, fue algo liberador. Me liberé del estrés, de la rutina y del cansancio para recargarme de energía.
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